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viernes, 25 de abril de 2014

LA TRÁGICA HISTORIA DE EDWARD MORDRAKE

Esta historia es realmente impresionante, y trata sobre la trágica vida de un hombre encadenado a un demonio, la de Edward Mordrake.
Provenía de una familia acomodada de la Inglaterra del siglo XIX y podía haber heredado un título en la nobleza. Además era inteligente, encantador, buen músico, un excelente estudiante y muy atractivo, pero había algo oscuro en él: detrás de su cabeza, un segundo rostro, deformado, marcaba implacablemente su existencia.

La leyenda habla de una cara femenina, sensual y malvada, pero eso puede deberse a la deformación de la historia con el paso del tiempo. 

Dicen que su cara se movía todo el rato, que reía y lloraba y que seguía con la mirada a quien se ponía de frente. No podía comer ni hablar pero cuentan que movía continuamente los labios, como si hablara, aunque no emitía ningún sonido audible… al menos para la gente normal. Edward afirmaba escuchar noche y día lo susurros demoníacos e infernales de su “hermano”, que trataban de arrastrarle al abismo.
El segundo rostro de Mordrake atemorizaba a la gente, quienes afirmaban que poseía una expresión maligna y que le habían visto reír mientras que Edward lloraba.
La vida de Edward, convertida en pesadilla le hacía suplicar a los médicos, que arrancaran el rostro malvado de su cuerpo, pero éstos jamás se atrevieron, pues la operación sería una muerte segura.
Todas las versiones de la historia coinciden en que se suicidó a los 23 años, no pudiendo soportar más su demoníaca compañía, pero no todas están de acuerdo con la forma de la muerte. Algunas dicen que se pegó un tiro justo entre los ojos de su otro rostro y la versión musical de Tom Waits habla de ahorcamiento, aunque la literatura mayoritaria habla de que consiguió un frasco de veneno a escondidas de sus médicos y acabó con su vida.
Dejó una nota de suicidio, donde pedía que eliminaran a su gemelo malvado antes de enterrarlo, para evitar que siguiera escuchando sus susurros infernales en el otro lado.
Además quería ser enterrado en el campo, lejos del cementerio y que su tumba, sin lápida, no pudiera ser identificada por nadie.

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